
Las espeluznantes historias del Museo Reina Sofía


En cualquier historia de terror son comunes las puertas que se cierran y abren solas, las voces o gritos en habitaciones vacías, el sonido de alarmas sin razón o falla técnica aparente, donde las personas afirman que existen seres malignos habitando determinado lugar.
Este es el caso de los hechos notificados a lo largo del tiempo por vigilantes, funcionarios y visitantes del museo Reina Sofía. Estos sucesos han dado paso a la formación de una terrorífica leyenda en torno al lugar, espacio que se ha convertido hoy en día en un clásico para los estudios paranormales de España.
El dolor y la tragedia han sido los principales protagonistas de esta historia, basándose en un cementerio pródigo de enterramientos.
Los trabajadores y visitantes relatan extrañas sensaciones, imágenes de épocas antiguas, fenómenos paranormales y vivencias terroríficas que, a pesar de las sucesivas obras de reforma y transformaciones por las que ha pasado el lugar, todavía subsisten en sus espacios.
El dolor y la tragedia han sido los principales protagonistas de esta historia, basándose en un cementerio pródigo de enterramientos, sobre todo de pordioseros, niños abandonados, dementes, soldados caídos en combate, personas torturadas como condena y presos ejecutados.
Este lugar se encuentra ubicado frente a la estación de Atocha, representando el lado oscuro, macabro y tenebroso de la comunidad de Madrid.
Pero… ¿Qué ocurrió allí?
El principio de la historia se remonta en la segunda mitad del siglo XVI. Para estos años se había construido un albergue donde personas abandonadas y mendigos acudían a morir. Se dice que en el subsuelo de este lugar todavía se encuentran cadáveres de las personas que allí murieron.
Pasado el tiempo, este albergue se convirtió en el Hospital General, proyecto inaugurado en el año 1787 por Carlos III. En las instalaciones del hospital se veneraba a la imagen de Nuestra Señora de Madrid o Virgen de los Pobres.
El número de muertes acontecidas en las instalaciones del hospital aumentaron significativamente debido a las pestes y epidemias que asolaron Madrid en ese tiempo. La cantidad de cadáveres eran más de los que podían tener en la morgue y cementerio, por lo que muchos de ellos tuvieron que ser enterrados en el subsuelo del propio hospital, donde años anteriores habrían muerto miles de personas más.
Estos acontecimientos lograron que durante el siglo XIX empezaran las historias sobre fantasmas y espectros que aparecían por las noches en las habitaciones del centro hospitalario, para notificar a los enfermos sobre la cercanía de su descenso.
Este Hospital General dejó de funcionar 178 años después de su inauguración, cuando en el año 1965 cerró sus puertas para no reabrir jamás. Por 20 años el lugar estuvo deshabitado, sin embargo la gente decía que los gatos concurrían el sitio con mucho interés.
En un momento se pensó en la idea de demolerlo, sin embargo, la Dirección General de Bellas Artes y la Academia de San Fernando solicitaron al Gobierno su conservación, consiguiendo que en el año 1977 fuese declarado edificio artístico e histórico.
Poco tiempo después (específicamente 5 años) se tomó la decisión de transformar este viejo edificio hospitalario en un centro de arte moderno, el cual se conoce en la actualidad como el Museo Reina Sofía.
Hoy en día se trata de uno de los museos de arte moderno y contemporáneo más importante del mundo, que además cuenta con una espeluznante historia, basada en sus tiempos pasados.
Fantasmas en el museo: contacto con Ataúlfo a través de la Ouija
Por cultura general sabemos que para que un lugar esté encantado deben ocurrir sucesos sangrientos, tragedias, hechos de extremo sufrimiento y por supuesto, muertes. Características con las que cuenta el museo Reina Sofía.
Una de las tantas noches de guardia, los vigilantes del lugar se animaron a descubrir si el sitio estaba realmente encantado o sólo eran cuentos de pasillo. Con una Ouija en la mano, los trabajadores se dirigieron al sótano del lugar y empezaron con el ritual.
Colocaron las puntas de sus dedos sobre el vaso boca abajo y el más decidido de ellos, a pesar de temeroso hizo la pregunta que comenzaría aquel rito: “¿Hay alguien ahí?”, hubo un silencio absorbente pero muy pronto, otro de los presentes insistió preguntando: “¿Hay alguien entre nosotros?”.
Fue así como el recipiente comenzó a moverse con lentitud dirigiéndose al “sí”. Rápidamente uno de los vigilantes preguntó: “¿Quién eres? ¿Dónde te encuentras?”, con la voz quebrantada.
En ese momento, el vaso empezó a deslizarse con mayor rapidez, primero hacia la letra A, después hacia la T y por último de nuevo a la A. El ambiente era tenso y el recipiente de cristal no dejaba de moverse, los vigilantes se miraban entre sí con ojos llorosos. ''Mi nombre es Ata, soy un asesino demente y paciente del hospital”.
Los presentes estaban impresionados, sin embargo, no se encontraban totalmente convencidos de lo que habían leído en el tablero.
Justo en ese momento, ocurrió lo que los convencería por completo del hecho paranormal.
Dos golpes secos en la pared, hicieron que los 4 trabajadores del museo se levantaran y echaran a correr por los pasillos del lugar. Era evidente que el espíritu se había manifestado. Poco tiempo después del susto, los vigilantes volvieron a su lugar de trabajo.
El jefe del grupo de trabajadores, muy profesional y con buen sentido del humor, quiso romper el hielo y rebajar la tensión entre sus compañeros: “Ata… Ataúlfo, es Ataúlfo”.
De esta forma quedo bautizado el espíritu que acababa de manifestarse, el cual es un nombre parejo a la historia del lugar.
Un poco más animados y con ganas de saber aún más, decidieron comunicarse nuevamente con el espíritu que allí habitaba. Sin mucho que esperar, el vaso comenzó a deslizarse: “Dentro de unos días tendrás una desgracia fatal, prepárate”, fue lo que los hombres pudieron leer en el tablero.
Los presentes se miraron sorprendidos, sin saber a quién se refería con ese terrorífico mensaje. En ese momento, decidieron terminar con el juego y pocos días después, un familiar de uno de los presentes murió en un accidente de tránsito.
Es posible que este suceso haya dado paso a mayores fenómenos paranormales y la psicosis colectiva entre los trabajadores. Las quejas de algunos vigilantes llegaron rápidamente a la prensa, donde informaban sobre la complicada situación en la que desarrollaban sus guardias nocturnas y la desconfianza de hacerlo público por temor a las represalias laborales
Hay testimonios de personas que denunciaron ante organismos oficiales las anomalías que sucedían en dicho centro “cultural”.
Durante 17 meses Raquel Arrogante Díaz estuvo controlando el acceso de los ascensores de cristal del Museo, junto a la famosa pintura Guernica. El estrés, el miedo, la jaqueca, la angustia, los mareos y la ansiedad se hicieron presentes y al mismo tiempo, Raquel comenzó a escuchar una voz en su interior. Se dice que llegó a hablar con voz de niña pequeña, como si realmente no fuese ella sino otra persona que habitaba su cuerpo.
Aunque le fue denegado el traslado a un nuevo lugar de trabajo, Raquel decidió irse rápidamente presentando un detallado informe al Servicio Central de Seguridad Privada de la Dirección General de la Policía Nacional, así como otra denuncia ante la Comunidad de Madrid sobre la extraña situación que acontecía en el Museo Reina Sofía.
Joaquín Del Pino fue otro de los vigilantes que se dieron de baja “por culpa de los espíritus”, asegurando que estar en el lugar le causaba nervios, mareos y sudoración.
El trabajador presentó una denuncia solicitando que acabasen con “las perturbaciones y molestias que provoca Ataúlfo”. Incluso, mencionaba que “varios compañeros vieron cosas extrañas y escucharon las voces del más allá”.
La consejería de Medio ambiente concluyo finalmente que “carecía de competencias sobre fenómenos paranormales”. No obstante, poco tiempo más tarde, un fotógrafo de la zona a quien se le permitió utilizar su cámara frente al Guernica con la sala vacía, logró revelar imágenes impresionantes del carrete.
En una de las fotografías se veía la ilustre obra de Picasso y justamente delante, la figura de un hombre de pie. En el lugar sólo estuvieron el fotógrafo y el vigilante que lo acompañaba. Como consecuencia José Pastor, otro reconocido reportero gráfico, fotografió el lugar de la obra de Picasso donde volvió a repetirse el hecho, que fue publicado en el semanario El Caso.
4 leyendas terroríficas del museo Reina Sofía
- Los funcionarios, personal de mantenimiento y vigilantes del actual Museo Reina Sofía aseguran a los medios de comunicación que cada año, noche tras noche se escuchan gritos y quejidos en los espacios del lugar, así como puertas que se abren y se cierran solas.
- Una vez que habían comenzado las obras de restauración para el año 1980, fabricando lo que sería el Museo Reina Sofía, muchos de los hallazgos fueron tétricos. Los trabajadores del lugar relataron que cuando empezaron a escavar encontraron calaveras de personas, niños y esqueletos completos, los cuales eran parte de las miles de personas que habían muerto en esos espacios. Además, informaron a las autoridades la constancia de eventos paranormales que por lo general, hablaban de que veían a unas monjas caminando por el jardín. Poco tiempo después, en 1990 aparecieron enterradas y momificadas tres monjas en la antigua capilla del hospital.
- Se dice que varios sucesos extraños acaecieron en los ascensores de la pinacoteca pública. La leyenda dice que investigadores paranormales guiados por el sacerdote José María Pilón en 1992 fueron testigo de cómo los ascensores funcionaban por sí solos y se detenían en el sótano, a lo que no se le encontró una explicación lógica debido al perfecto funcionamiento de los aparatos.
- El último suceso de mayor relevancia que continua ocurriendo en el Museo Reina Sofía, se basa en las afirmaciones que una médium hizo en el lugar. Se dice que por los pisos del museo vaga el espíritu de un sacerdote que murió torturado durante la Guerra Civil en un sitio del Hospital General utilizado como cárcel y centro de tortura para los reclusos.
Aunque en los últimos años no se ha vuelto a tener registro sobre estos extraños sucesos, se dice que podría ser porque los espíritus ya descansan en paz o debido a que los miembros del museo no están interesados en seguir narrando historias paranormales al público.
De la forma que sea, hay quienes dicen que es evidente que los trabajadores y funcionarios del museo intentan tapar los sucesos. Tal como la desaparición de escultura del artista Richard Serra, la cual pesaba 38 toneladas y formaba parte de una colección permanente. Para evitar el escándalo se encargó una reproducción al autor a cargo del tesoro público, hasta hoy en día no se sabe del paradero de la obra.
Si en algún momento deseas visitar este museo histórico, cuida tus pasos y mantente atento a las señales del más allá, es muy posible que no camines solos por los pasillos del lugar.
Rose
